Hector el errante
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Gorbad
pepper
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Re: Hector el errante
En realidad, ya he provocado la ira de la gran sacerdotisa de Artemisa. Sin embargo, invoco a Artemisa cuando me dispongo a la dura labor de traducir las aventuras de Héctor.
pepper- Soldado Veterano
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Re: Hector el errante
muchas gracias, gorbad... sacrificare un manso ternerito esta tarde para que la diosa te tenga en consideracion en tus empresas...lastima la distancia, podriamos compartir con pepper esa ofrenda...
a causa de la lejania, y en señal de dolor, sera un sacrificio completo, nadie disfrutara la deliciosa carne asada
a causa de la lejania, y en señal de dolor, sera un sacrificio completo, nadie disfrutara la deliciosa carne asada
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
y si, dejo a tu libre albedrio el embellecimiento de mi frase!
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
y vos, pepper, no intentes engañar a la diosa con sutilezas... sus mandatos se deben cumplir a rajatabla, sino ella sabra cobrarte...
que seria de tu noble hector sin la flecha dorada que ya le salvo la vida una vez?
que seria de tu noble hector sin la flecha dorada que ya le salvo la vida una vez?
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
Demóstenes habló con vehemencia frente a la asamblea popular y destrozó con sus palabras al gran Filipo II de Macedonia, el bárbaro borracho. Los atenienses, excepto una minoría, apoyaron una nueva campaña en contra de los macedonios. Héctor siguió el discurso atentamente cubierto por su capa que ocultaba su espartana arma. Disgustado en parte por el violento discurso y la desaforada pasión de Demóstenes, se retiró antes de que concluya.
Filipo II esperaba paciente en su cueva de león, sin avanzar ni provocar a ninguna ciudad en Grecia propiamente dicha, pero en lo referente a los territorios colindantes a Macedonia solo el decidiría su suerte. Iba a enfrentarse nuevamente a la coalición ateniense-tebana.
Los atenienses apretaban los dientes de bronca frente a la inminente y definitiva guerra que se avistaba. Héctor fue enviado como parte del contingente ateniense hacia los estrechos con la misión suicida de levantar el sitio de Perinto, mientras otros compañeros se dirigían hacia Bizancio.
El "barbaro inculto" de Demóstenes golpeaba donde más dolía, en la provisión de grano destinada a Atenas.
El viaje fue tranquilo pero rebosante de tensión: gran parte de los embarcados atenienses ya había combatido a los macedonios que formaban el grueso de sus ejércitos con sus connacionales y una proporción menor de mercenarios. Además Filipo confiaba ciegamente en la ciencia y la técnica e incorporaba ingenieros capaces de construir las más resistentes y útiles máquinas de guerra.
La primera mala señal (que no sería la última) fue llegar al puerto y combatir sin el necesario descanso. La batalla se decidió gracias a la superioridad numérica ateniense y la falta de hombres de experiencia en la flota de Filipo. La segunda mala señal fue el trato con los aliados persas. Junto al grueso de las tropas de las satrapías del Helesponto se encontraba una reducida compañía de Inmortales, equivalente a una quinta parte de un lóchos griego.
Los defensores de Perinto en una audaz salida habían logrado hacer retroceder a los macedonios, incendiar la mitad de sus máquinas de guerra y matar o herir a varios oficiales de la plana mayor de Filipo II. Al caer la noche, el orgulloso rey se encontraba casi vencido, pero como una serpiente peligrosa era capaz de moverse rápidamente y morder, incluso herido mortalmente. La responsabilidad en el siguiente ataque del macedonio sería de los atenienses. A son de burla, pusieron como santo y seña de la guardia la frase "Pan Cocido y Vino" alegando eso como propio de los griegos en contraposición al caracter bárbaro de sus enemigos.
Para Héctor era un completo error provocar a un hombre así, además despreciaba profundamente a sus aliados: los también bárbaros persas con sus vestiduras, perfumes, joyas, eunucos y tanto adorno. En lo más recóndito de su corazón anhelaba estar del otro lado de las murallas, o peleando contra los macedonios o degollando persas, no el patético lugar donde se encontraba.
En el punto cúlmen de su cólera el rey macedonio envió a sus máquinas de asedio a atacar uno de los baluartes de la ciudad sin la necesaria escolta. Dos arietes se perdieron en esa oportunidad y casi cien soldados sin contar los oficiales macedonios capturados. Los defensores decicieron hacer una batida de exploración, siendo los primeros en ofrecerse un grupo de ocho Inmortales y Héctor junto a su guardia personal. Trataron de disuadirlo, pero a pesar de su alto rango quería comprobar por si mismo que había pasado.
En plena oscuridad, iluminado pobremente por la luna, Hector meditaba en que hacer si alguno de esos bastardos persas se acercaba a él aprovechando la noche. Su fama lo precedía y sabía que alguno de esos perros querría tener en su haber el hecho de haberlo degollado.
Se perdieron del camino principal y se encontraron con un pequeño cuerpo macedonio que escoltaba a un hombre con escudo dorado. Era el rey Filipo en persona. Héctor no comprendía que sucedía. ¿Su escolta era tan reducida? ¿Dónde estaba su generalato, conformado por amigos de la infancia? ¿Se había apartado de su escolta en uno de sus ya famosos arranques de ira? ¿Lo habían dejado así a merced de los enemigos para eliminarlo y favorecer el ascenso de un nuevo rey?
Mientras meditaba en ello, los Inmortales descargaban sus arcos y ya descendían de sus veloces caballos negros mientras que su guardia desenvainaba y chocaba con los macedonios, jóvenes y valientes, hijos de la más alta nobleza, seleccionados para escoltar a su rey...
La luz entrecortada en el bosque lo confundía, era de día, un toro esperaba en un claro, mientras comía intranquilo su pasto. Escuchó pasos y cuando giró espada en mano, una flecha cruzó a poca distancia de su rostro y por encima del toro, clavándose en el hombro de un hombre de ropas oscuras que se disponía a sacrificar al animal...
Despertó del sueño, giró hacia la derecha y vio a dos de sus hombres muertos y a los otros tres combatiendo con la guardia del rey. Giró hacia su otro flanco y reaccionó rápidamente. Los Inmortales eran muy buenos para los bisoños macedonios, que a pesar de su juventud habían matado a tres inmortales, pero restaban cinco y se dirigían hacia Filipo.
Filipo partió con su pesado escudo el cráneo de uno de ellos pero recibió un corte sobre el arco de su ojo izquierdo y una herida profunda cerca del hombro izquierdo.
Héctor corrió, lanzó una jabalina y atravesó de lado a un Inmortal, que demostró ser bastante mortal. Y espada en mano acuchilló a la altura de los riñones al oficial al mando del grupo persa. No podía permitir que un griego de la talla de Filipo sea asesinado por unos bárbaros inmundos y afeminados. Asi fue pues, que eligió tranquilo ese lugar para morir, en compañía de un valiente, que aún herido y perdiendo sangre seguía resistiendo.
Héctor se colocó junto al rey, este sonrío y asintió diciendo algo sobre el muy visitado trasero de los orientales. Héctor sintió una cuchillada en el muslo. En ese preciso momento, se escucharon cascos de caballo. Eran los generales Antípatro y Parmenión con sus guardias. Bajaron y concluyeron la faena. El mismo Antípatro con la furia de un león asesinó a los antiguos y ahora muertos guardias de Héctor, mientras Parmenión con un hacha de guerra iliria era quien asesinaba impiadosamente a los dos persas.
Solo en ese momento Filipo bajó sus armas y en el momento en que iban a arrestar a Héctor, gritó que se detengan. Ordenó a Héctor que baje sus armas, suba a un caballo con un guardia y que lo siga. Sería atendido por su médico personal. El macedonio quería hablar con él...
Filipo II esperaba paciente en su cueva de león, sin avanzar ni provocar a ninguna ciudad en Grecia propiamente dicha, pero en lo referente a los territorios colindantes a Macedonia solo el decidiría su suerte. Iba a enfrentarse nuevamente a la coalición ateniense-tebana.
Los atenienses apretaban los dientes de bronca frente a la inminente y definitiva guerra que se avistaba. Héctor fue enviado como parte del contingente ateniense hacia los estrechos con la misión suicida de levantar el sitio de Perinto, mientras otros compañeros se dirigían hacia Bizancio.
El "barbaro inculto" de Demóstenes golpeaba donde más dolía, en la provisión de grano destinada a Atenas.
El viaje fue tranquilo pero rebosante de tensión: gran parte de los embarcados atenienses ya había combatido a los macedonios que formaban el grueso de sus ejércitos con sus connacionales y una proporción menor de mercenarios. Además Filipo confiaba ciegamente en la ciencia y la técnica e incorporaba ingenieros capaces de construir las más resistentes y útiles máquinas de guerra.
La primera mala señal (que no sería la última) fue llegar al puerto y combatir sin el necesario descanso. La batalla se decidió gracias a la superioridad numérica ateniense y la falta de hombres de experiencia en la flota de Filipo. La segunda mala señal fue el trato con los aliados persas. Junto al grueso de las tropas de las satrapías del Helesponto se encontraba una reducida compañía de Inmortales, equivalente a una quinta parte de un lóchos griego.
Los defensores de Perinto en una audaz salida habían logrado hacer retroceder a los macedonios, incendiar la mitad de sus máquinas de guerra y matar o herir a varios oficiales de la plana mayor de Filipo II. Al caer la noche, el orgulloso rey se encontraba casi vencido, pero como una serpiente peligrosa era capaz de moverse rápidamente y morder, incluso herido mortalmente. La responsabilidad en el siguiente ataque del macedonio sería de los atenienses. A son de burla, pusieron como santo y seña de la guardia la frase "Pan Cocido y Vino" alegando eso como propio de los griegos en contraposición al caracter bárbaro de sus enemigos.
Para Héctor era un completo error provocar a un hombre así, además despreciaba profundamente a sus aliados: los también bárbaros persas con sus vestiduras, perfumes, joyas, eunucos y tanto adorno. En lo más recóndito de su corazón anhelaba estar del otro lado de las murallas, o peleando contra los macedonios o degollando persas, no el patético lugar donde se encontraba.
En el punto cúlmen de su cólera el rey macedonio envió a sus máquinas de asedio a atacar uno de los baluartes de la ciudad sin la necesaria escolta. Dos arietes se perdieron en esa oportunidad y casi cien soldados sin contar los oficiales macedonios capturados. Los defensores decicieron hacer una batida de exploración, siendo los primeros en ofrecerse un grupo de ocho Inmortales y Héctor junto a su guardia personal. Trataron de disuadirlo, pero a pesar de su alto rango quería comprobar por si mismo que había pasado.
En plena oscuridad, iluminado pobremente por la luna, Hector meditaba en que hacer si alguno de esos bastardos persas se acercaba a él aprovechando la noche. Su fama lo precedía y sabía que alguno de esos perros querría tener en su haber el hecho de haberlo degollado.
Se perdieron del camino principal y se encontraron con un pequeño cuerpo macedonio que escoltaba a un hombre con escudo dorado. Era el rey Filipo en persona. Héctor no comprendía que sucedía. ¿Su escolta era tan reducida? ¿Dónde estaba su generalato, conformado por amigos de la infancia? ¿Se había apartado de su escolta en uno de sus ya famosos arranques de ira? ¿Lo habían dejado así a merced de los enemigos para eliminarlo y favorecer el ascenso de un nuevo rey?
Mientras meditaba en ello, los Inmortales descargaban sus arcos y ya descendían de sus veloces caballos negros mientras que su guardia desenvainaba y chocaba con los macedonios, jóvenes y valientes, hijos de la más alta nobleza, seleccionados para escoltar a su rey...
La luz entrecortada en el bosque lo confundía, era de día, un toro esperaba en un claro, mientras comía intranquilo su pasto. Escuchó pasos y cuando giró espada en mano, una flecha cruzó a poca distancia de su rostro y por encima del toro, clavándose en el hombro de un hombre de ropas oscuras que se disponía a sacrificar al animal...
Despertó del sueño, giró hacia la derecha y vio a dos de sus hombres muertos y a los otros tres combatiendo con la guardia del rey. Giró hacia su otro flanco y reaccionó rápidamente. Los Inmortales eran muy buenos para los bisoños macedonios, que a pesar de su juventud habían matado a tres inmortales, pero restaban cinco y se dirigían hacia Filipo.
Filipo partió con su pesado escudo el cráneo de uno de ellos pero recibió un corte sobre el arco de su ojo izquierdo y una herida profunda cerca del hombro izquierdo.
Héctor corrió, lanzó una jabalina y atravesó de lado a un Inmortal, que demostró ser bastante mortal. Y espada en mano acuchilló a la altura de los riñones al oficial al mando del grupo persa. No podía permitir que un griego de la talla de Filipo sea asesinado por unos bárbaros inmundos y afeminados. Asi fue pues, que eligió tranquilo ese lugar para morir, en compañía de un valiente, que aún herido y perdiendo sangre seguía resistiendo.
Héctor se colocó junto al rey, este sonrío y asintió diciendo algo sobre el muy visitado trasero de los orientales. Héctor sintió una cuchillada en el muslo. En ese preciso momento, se escucharon cascos de caballo. Eran los generales Antípatro y Parmenión con sus guardias. Bajaron y concluyeron la faena. El mismo Antípatro con la furia de un león asesinó a los antiguos y ahora muertos guardias de Héctor, mientras Parmenión con un hacha de guerra iliria era quien asesinaba impiadosamente a los dos persas.
Solo en ese momento Filipo bajó sus armas y en el momento en que iban a arrestar a Héctor, gritó que se detengan. Ordenó a Héctor que baje sus armas, suba a un caballo con un guardia y que lo siga. Sería atendido por su médico personal. El macedonio quería hablar con él...
pepper- Soldado Veterano
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Re: Hector el errante
Aclaración
LÓCHOS equivale al termino actual batallón
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pepper- Soldado Veterano
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Re: Hector el errante
excelente!!!
ya tadeo isidoro cruz, en palabras de borges, supo defender a un valiente en contra de su "propia" gente (obligada)...
excelente!!!!
y seguis con la diosa, artemisa ya te atrapo... como su sacerdotisa
ya tadeo isidoro cruz, en palabras de borges, supo defender a un valiente en contra de su "propia" gente (obligada)...
excelente!!!!
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Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
Subió al caballo sin sentir casi el dolor pero con dificultad, cansado y feliz, había elegido un lugar para morir pero Artemisa no lo había permitido. No era el momento indicado aún.
Héctor recordó en el trayecto al campamento macedonio al único amor de su vida: una sacerdotisa de la diosa a la cual nunca pudo amar, nunca dispuso de las manos para tocar, de los labios para besar y ser besado... jamás siento el olor de su cuerpo en su piel marcada por las heridas ni disfrutar de su sonrisa ni los pechos generosos. Ese deseo marco su destino...
Esa misma noche la diosa le marcó su destino, si osaba tocar a la servidora de Artemisa sería asesinado y su cuerpo destrozado. Al elegir respetar la virginidad de la sacerdotisa, solo posponía su inevitable muerte hasta el momento en que la diosa dirigiera su arco hacia él, sólo así moriría noblemente en el fragor de la lucha...
El campamento de los macedonios bullía de actividad a pesar de las fuertes ráfagas de lluvia que se desataron apenas llegaron el rey, sus dos principales generales, la escolta y el mercenario Héctor. De seguro, la cabeza del oficial encargado de la custodia de Filipo II esa noche terminaría clavada en una pica.
Filipo fue atendido por su médico, mientras que su herida era lavada y vendada en espera de la necesaria atención, Héctor rechazó las atenciones médicas, él mismo podía coser sus heridas sin ayuda alguna, "años de milicia" respondió. Filipo pidió a gritos vino para él y para Parmenión.
Una vez atendido, ordenó a todos que se retiren, con excepción de Parmenión y de Héctor. El motivo de su ira había sido la recepción de noticias que informaban del estrepitoso fracaso en Bizancio que se sumó al de Perinto, donde se encontraba el propio rey. Los atenienses estarían prontos a sumar aliados en su lucha contra Macedonia.
Filipo solicitó que se retire su viejo amigo luego de darle las malas noticias. Quedaron solo Héctor y él. No le preguntó porque se puso de su lado, sino que había visto cuando se quedó inmovilizado entre sus infantes, la guardia ateniense y los Inmortales.
Héctor sonrío para sus adentros y le solicitó la jarra de vino. Filipo asintió y esperó su respuesta. El ex-mercenario de Atenas se movió inquieto y empezó a hablar...
Una vez que terminó, requirió su espada. Filipo llamó a un servidor para que devuelva el arma blanca a su dueño, la sostuvo un momento, reconoció por el mango su origen lacedemonio y dudando unos instantes que parecieron una eternidad, se la entregó. Héctor intentó darle la mano y despedirse. Pero el macedonio lo miró burlonamente y estalló en risas. Jamás, le dijo, dejaría ir a un soldado de su categoría sin ofrecerle un puesto.
Puso a su servicio a dos soldados, un caballo y le informó que tendría a su disposición una pequeña residencia en Pella, que podría descansar mientras los atenienses festejaban su victoria.
Una vez reorganizado, otra sería la historia. En ese momento, solo en ese momento, lo convocaría a las filas, quería que sirva junto a sus mercenarios griegos. Héctor no recibiría la paga de un extranjero contratado, sino la de un macedonio.
El experimentado mercenario aceptó sin dudar: dispondría de comodidad, buena paga y comida caliente antes de volver a luchar. La distancia, además, lo ayudaría a poner distancia de una posible venganza de los atenienses. El viejo león macedonio no estaba derrotado, solo se preparaba para dar un nuevo golpe, esta vez definitivo, en el corazón de Grecia...
Héctor recordó en el trayecto al campamento macedonio al único amor de su vida: una sacerdotisa de la diosa a la cual nunca pudo amar, nunca dispuso de las manos para tocar, de los labios para besar y ser besado... jamás siento el olor de su cuerpo en su piel marcada por las heridas ni disfrutar de su sonrisa ni los pechos generosos. Ese deseo marco su destino...
Esa misma noche la diosa le marcó su destino, si osaba tocar a la servidora de Artemisa sería asesinado y su cuerpo destrozado. Al elegir respetar la virginidad de la sacerdotisa, solo posponía su inevitable muerte hasta el momento en que la diosa dirigiera su arco hacia él, sólo así moriría noblemente en el fragor de la lucha...
El campamento de los macedonios bullía de actividad a pesar de las fuertes ráfagas de lluvia que se desataron apenas llegaron el rey, sus dos principales generales, la escolta y el mercenario Héctor. De seguro, la cabeza del oficial encargado de la custodia de Filipo II esa noche terminaría clavada en una pica.
Filipo fue atendido por su médico, mientras que su herida era lavada y vendada en espera de la necesaria atención, Héctor rechazó las atenciones médicas, él mismo podía coser sus heridas sin ayuda alguna, "años de milicia" respondió. Filipo pidió a gritos vino para él y para Parmenión.
Una vez atendido, ordenó a todos que se retiren, con excepción de Parmenión y de Héctor. El motivo de su ira había sido la recepción de noticias que informaban del estrepitoso fracaso en Bizancio que se sumó al de Perinto, donde se encontraba el propio rey. Los atenienses estarían prontos a sumar aliados en su lucha contra Macedonia.
Filipo solicitó que se retire su viejo amigo luego de darle las malas noticias. Quedaron solo Héctor y él. No le preguntó porque se puso de su lado, sino que había visto cuando se quedó inmovilizado entre sus infantes, la guardia ateniense y los Inmortales.
Héctor sonrío para sus adentros y le solicitó la jarra de vino. Filipo asintió y esperó su respuesta. El ex-mercenario de Atenas se movió inquieto y empezó a hablar...
Una vez que terminó, requirió su espada. Filipo llamó a un servidor para que devuelva el arma blanca a su dueño, la sostuvo un momento, reconoció por el mango su origen lacedemonio y dudando unos instantes que parecieron una eternidad, se la entregó. Héctor intentó darle la mano y despedirse. Pero el macedonio lo miró burlonamente y estalló en risas. Jamás, le dijo, dejaría ir a un soldado de su categoría sin ofrecerle un puesto.
Puso a su servicio a dos soldados, un caballo y le informó que tendría a su disposición una pequeña residencia en Pella, que podría descansar mientras los atenienses festejaban su victoria.
Una vez reorganizado, otra sería la historia. En ese momento, solo en ese momento, lo convocaría a las filas, quería que sirva junto a sus mercenarios griegos. Héctor no recibiría la paga de un extranjero contratado, sino la de un macedonio.
El experimentado mercenario aceptó sin dudar: dispondría de comodidad, buena paga y comida caliente antes de volver a luchar. La distancia, además, lo ayudaría a poner distancia de una posible venganza de los atenienses. El viejo león macedonio no estaba derrotado, solo se preparaba para dar un nuevo golpe, esta vez definitivo, en el corazón de Grecia...
pepper- Soldado Veterano
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Re: Hector el errante
buena decisión... dirigirse al sol naciente y no al que agoniza en el horizonte...
Ozzymandias- Señor del Orbe Invernal
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Re: Hector el errante
excelente!!!!
me ruborice un poquito jeje
excelente!!!
te repito, asi si tiene sentido q te dirijas tanto a artemisa, no suele ser la diosa elegida por hombres...
me ruborice un poquito jeje
excelente!!!
te repito, asi si tiene sentido q te dirijas tanto a artemisa, no suele ser la diosa elegida por hombres...
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
Clap, Clap, Clap!!!
La lujuria va ganando la historia, en cualquier momento viene la orgía griega!!!
Encima consiguió un buen laburo!!!
La lujuria va ganando la historia, en cualquier momento viene la orgía griega!!!
Encima consiguió un buen laburo!!!
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Re: Hector el errante
eso no era lujuria!!!
era amor!!!
jajajjajaja
es un capo, con esas historias me tiene atrapada!!!!
era amor!!!
jajajjajaja
es un capo, con esas historias me tiene atrapada!!!!
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
"todavia" no es lujuria, dejalo un poco y vas a ver...En el fondo de la mente de Pepper vive sojuzgado un librepensador lujurioso...
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Re: Hector el errante
vos decis q le conviene????
mmmmmmmmmmm
espero ese librepensador no sea estupido...
mmmmmmmmmmm
espero ese librepensador no sea estupido...
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
Ups, me dio miedito hasta a mi que estoy lejos...
Pepper, ojo con lo que decis, sino Nyarlatotep disfrazado de hermosa sacerdotisa de artemisa nos castra...
Pepper, ojo con lo que decis, sino Nyarlatotep disfrazado de hermosa sacerdotisa de artemisa nos castra...
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Re: Hector el errante
no sabes nada de artemisa???
no necesita mas q ser ella, al igual q sus sacerdotisas, para destruir!!
el solo aullido de una sacerdotisa de artemisa atemorizaba a hombres y animales por igual
no necesita mas q ser ella, al igual q sus sacerdotisas, para destruir!!
el solo aullido de una sacerdotisa de artemisa atemorizaba a hombres y animales por igual
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
Lo creo, lo creo. Ya me tape los oidos por las dudas...
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Re: Hector el errante
perdon!
me fanatizo!
aparte, creo q pepper, en eso, es tan leal como su sacerdotisa jejeje
aunque a veces quiera matarlo, se q mi aullido no lo espanta
me fanatizo!
aparte, creo q pepper, en eso, es tan leal como su sacerdotisa jejeje
aunque a veces quiera matarlo, se q mi aullido no lo espanta
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
aparte, volvemos a lo mismo????
estas tercerizando tus propios deseos!!!!
vuelve el "nunca te arrimaste a una viejita bien conservada?"
estas tercerizando tus propios deseos!!!!
vuelve el "nunca te arrimaste a una viejita bien conservada?"
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
Vamos, eso fue solo una hipotesis. NO se agarren de eso, tengo mucha imaginación, todavía estoy enamorado de mi maestra de jardín de infantes...
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Re: Hector el errante
jajajajajajajaja
tenes razon!!
fue solo un recuerdo!
espero, ya q te gustan las asiaticas, q hayas visto a las chicas que entregaban las medallas, eran realmente hermosas
tenes razon!!
fue solo un recuerdo!
espero, ya q te gustan las asiaticas, q hayas visto a las chicas que entregaban las medallas, eran realmente hermosas
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
Si, a esas y a las de la banda de musica, estaba lleno de bombones orientales, mi señora estaba por estamparme cuando me veia babear y con los ojos sobresalidos...
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Re: Hector el errante
la entiendo!
es muy desagradable!
jajajajajaja
es muy desagradable!
jajajajajaja
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
Represoras...
Ozzymandias- Señor del Orbe Invernal
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Re: Hector el errante
no!!
no sean nabos!!!
miren sin que nosotras nos demos cuenta!
no sean nabos!!!
miren sin que nosotras nos demos cuenta!
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
Che, estabamos solo mirando. Uds no miran cosas que las tientan y estan prohibidas?
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Re: Hector el errante
no, seguro que son santas
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Re: Hector el errante
mmmmmmmmmmmmmm
sabiendo q pepper puede leer esto y caerse de un sincope si miento...
si, tb miramos y a veces mas q ustedes jeje.
tengo q dejar esta pelea en vano, a mi tb me agarraron con los ojitos desviados mas de una vez...
pero para mi sos unico, pepper!!!!!!
sabiendo q pepper puede leer esto y caerse de un sincope si miento...
si, tb miramos y a veces mas q ustedes jeje.
tengo q dejar esta pelea en vano, a mi tb me agarraron con los ojitos desviados mas de una vez...
pero para mi sos unico, pepper!!!!!!
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
voy a repetir lo que dije muchas veces: Farisea
pepper- Soldado Veterano
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Re: Hector el errante
me criticabas lo de las leonas y mirá!!!!!!!!!!!
pepper- Soldado Veterano
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Re: Hector el errante
Pobres leonas... necesitan un poco de cariño y consuelo...
Ozzymandias- Señor del Orbe Invernal
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Re: Hector el errante
Ja.ja! Nats es solo pa' pelearte un poco!
pepper- Soldado Veterano
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Re: Hector el errante
Pepper, deberias pelearla minimo dos mensajes mas para reivindicar al macho Argonauta...
Gorbad- Admin
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Re: Hector el errante
no seas envidioso!!!
quieren armas guerra entre nosotros, amor, porque somos hermosos e inteligentes!!
aparte, q te cuente ozzy!
tambien se me desviaron los ojos por vos mas de una vez, antes de tenerte entre mis brazos!
quieren armas guerra entre nosotros, amor, porque somos hermosos e inteligentes!!
aparte, q te cuente ozzy!
tambien se me desviaron los ojos por vos mas de una vez, antes de tenerte entre mis brazos!
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
ya se, amor!
que seria de nuestra relacion sin un poco de competencia y peleas de charlas de mas de tres horas!!
que seria de nuestra relacion sin un poco de competencia y peleas de charlas de mas de tres horas!!
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
te acordas de la discusion por la libreria las paulinas????
jajajajaja esa estuvo muy buena!!
jajajajaja esa estuvo muy buena!!
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
nooooo! ja,ja. que cantidad de tiempo libre teníamos
ahora somos laburantes esclavos del sistema
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pepper- Soldado Veterano
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Re: Hector el errante
no te hagas el prole, burgués !
Ozzymandias- Señor del Orbe Invernal
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Re: Hector el errante
Bueno, bueno tortolitos, a besarse en privado que aca somos muy pacatos...
Los laburantes duermen a esta hora...
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Gorbad- Admin
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Re: Hector el errante
Los primeros vientos fríos acompañaron el trayecto de cuatro días hacia Pella, camino que para Héctor fue penoso por la herida del muslo y por el punto que necesariamente no fue cerrado para que no se infectara.
De los dos hombres que lo escoltaban, uno era joven y alto y el otro mayor, bajo y conversador. Este último era el oficial que llevaba el pergamino con el sello del rey que ordenaba las mejores atenciones para Héctor de Rodas, la puesta en condiciones de unas habitaciones y parque, la atención de un servidor y una hetaira, esto último si el rodense lo requería.
Vestían ambos macedonios un uniforme ligeramente diferente a los de la guardia del rey, como si hubieran sido especialmente entrenados para misiones delicadas, pero se encontraba en sus rostros una señal de distensión al saberse momentáneamente lejos del frente. Hombres en si muy parecidos al propio Héctor...
Filipo mientras tanto se dedicaba a reorganizar sus fuerzas, generar una falsa esperanza a los atenienses y desparramar el rumor de que se encontraba malherido, sin aclarar si era de muerte o no.
Héctor sabía que jamas podría regresar a Atenas, a menos que Filipo la conquistase, cosa que podía o no ocurrir, pero que dependía de numerosos factores que él desconocía.
Relámpagos y rayos acompañaron el último tramo del recorrido, como si Zeus quisiera recordar su soberanía sobre dioses y hombres. Héctor miraba el cielo pensativo, meditando sobre como el agua y el aire generaban ese impulso y esa fuerza.
Su estancia en Pella duraría hasta la primavera, cuando Filipo se movilizaría nuevamente. Apenas llegó se entrego el documento al mayordomo de palacio.
Al otro día de su arribo la mitad de la servidumbre del palacio estaba inquieta queriendo saber quien era ese griego que había sido instalado por orden directa del rey. Héctor cambió las vendas de su herida y salió a recorrer el pequeño jardín. Lo único que lo distinguía como militar era que portaba su espada espartana.
La capital de los macedonios rebosaba de nuevos edificios, surgidos de la riqueza originada en las conquistas de Filipo II. Su hijo Alejandro, en tanto, también residía allí y ya había completado su educación con Aristóteles.
Pero hubo un personaje que interesó aún más a Héctor: una mujer madura, de su misma edad, de ojos negros y cabellos oscuros como la noche,vestida con ropas simples pero de la mejor calidad y una pequeña diadema dorada como única señal de ostentación.
Héctor olvidó rápidamente ese pensamiento que podía llevarlo a la muerte, pero no podía entender como Filipo prefería esas orgías que lo habían hecho famoso en todo el ecumene a la furiosa vitalidad y belleza aún conservada en Olimpia, princesa de Epiro, reina de los macedonios y madre del joven heredero.
La trató solamente en un par de ocasiones, la primera en forma protocolar, la segunda vez en sus estancias privadas, aunque lo llamó solo para decirle que como reina agradecía haber salvado a Filipo, pero que como esposa lamentaba profundamente que hubiera intervenido en favor del rey.
Héctor hizo una reverencia y cuando estuve a punto de retirarse, se dirigió a su majestad recordándole que él era un soldado y que esperaba la vida le otorgara la oportunidad de servirla a ella también.
Jamás volvió a tratarla, pero el recuerdo de esos dos precipicios oscuros que los dioses habían dado por ojos a Olimpia, reina de Macedonia, le quitarían mucho tiempo el aliento.
Pudo conocer al príncipe heredero, Alejandro, y a su grupo de amigos. Jóvenes todos ellos, ansiosos por entrar en combate y mostrar que eran capaces de superar al viejo generalato de su padre en el comando del ejército macedonio.
Hablaron de las mil campañas que Héctor recordaba, pero Alejandro se interesó especialmente por su tiempo de servicio en las satrapías de Asia y las tácticas de los persas, no en las hazañas de mercenarios. Además de esto, que hería un poco su orgullo, a Héctor no le gustó la afición del príncipe por recordar su origen, que era de la familia de Aquiles. Puras exageraciones de toda realeza, pensaba Héctor para sus adentros. Prefería la genuina generosidad de Filipo, que seguramente su hijo aprendería con los años.
Su natural disciplina hacía que rechazara los festines macedonios y sus conocidas consecuencias. En alguna ocasión, muy esporádica por cierto, llamó a la hetaira puesta a su disposición por Filipo. Transcurría el tiempo, engordaba, se sentía inutil en tierra extranjera.
Una madrugada desde el jardin donde estaba tomando vino y recordando cuando había sido la última vez que había hablado con su difunto padre, sintió la carrera apresurada de un jinete acercándose en su dirección. Era lo que esperaba, la convocatoria del rey a las armas.
Por primera vez Alejandro sería movilizado, lo mismo que sus amigos. Héctor requirió al sirviente su equipo militar, una manta pesada y que preparara sus alforjas con vino fuerte, carne seca salada y panes de cebada. Se dirigió a las caballerizas a buscar su caballo. Cuando llegó vió al príncipe acariciar, en esa madrugada fría, a su corcel negro Bucéfalo.
Esta vez, Tebas y Atenas coaligadas eran, con el oro persa trás suyo, las que daban un pretexto a Filipo para intervenir en Grecia...
De los dos hombres que lo escoltaban, uno era joven y alto y el otro mayor, bajo y conversador. Este último era el oficial que llevaba el pergamino con el sello del rey que ordenaba las mejores atenciones para Héctor de Rodas, la puesta en condiciones de unas habitaciones y parque, la atención de un servidor y una hetaira, esto último si el rodense lo requería.
Vestían ambos macedonios un uniforme ligeramente diferente a los de la guardia del rey, como si hubieran sido especialmente entrenados para misiones delicadas, pero se encontraba en sus rostros una señal de distensión al saberse momentáneamente lejos del frente. Hombres en si muy parecidos al propio Héctor...
Filipo mientras tanto se dedicaba a reorganizar sus fuerzas, generar una falsa esperanza a los atenienses y desparramar el rumor de que se encontraba malherido, sin aclarar si era de muerte o no.
Héctor sabía que jamas podría regresar a Atenas, a menos que Filipo la conquistase, cosa que podía o no ocurrir, pero que dependía de numerosos factores que él desconocía.
Relámpagos y rayos acompañaron el último tramo del recorrido, como si Zeus quisiera recordar su soberanía sobre dioses y hombres. Héctor miraba el cielo pensativo, meditando sobre como el agua y el aire generaban ese impulso y esa fuerza.
Su estancia en Pella duraría hasta la primavera, cuando Filipo se movilizaría nuevamente. Apenas llegó se entrego el documento al mayordomo de palacio.
Al otro día de su arribo la mitad de la servidumbre del palacio estaba inquieta queriendo saber quien era ese griego que había sido instalado por orden directa del rey. Héctor cambió las vendas de su herida y salió a recorrer el pequeño jardín. Lo único que lo distinguía como militar era que portaba su espada espartana.
La capital de los macedonios rebosaba de nuevos edificios, surgidos de la riqueza originada en las conquistas de Filipo II. Su hijo Alejandro, en tanto, también residía allí y ya había completado su educación con Aristóteles.
Pero hubo un personaje que interesó aún más a Héctor: una mujer madura, de su misma edad, de ojos negros y cabellos oscuros como la noche,vestida con ropas simples pero de la mejor calidad y una pequeña diadema dorada como única señal de ostentación.
Héctor olvidó rápidamente ese pensamiento que podía llevarlo a la muerte, pero no podía entender como Filipo prefería esas orgías que lo habían hecho famoso en todo el ecumene a la furiosa vitalidad y belleza aún conservada en Olimpia, princesa de Epiro, reina de los macedonios y madre del joven heredero.
La trató solamente en un par de ocasiones, la primera en forma protocolar, la segunda vez en sus estancias privadas, aunque lo llamó solo para decirle que como reina agradecía haber salvado a Filipo, pero que como esposa lamentaba profundamente que hubiera intervenido en favor del rey.
Héctor hizo una reverencia y cuando estuve a punto de retirarse, se dirigió a su majestad recordándole que él era un soldado y que esperaba la vida le otorgara la oportunidad de servirla a ella también.
Jamás volvió a tratarla, pero el recuerdo de esos dos precipicios oscuros que los dioses habían dado por ojos a Olimpia, reina de Macedonia, le quitarían mucho tiempo el aliento.
Pudo conocer al príncipe heredero, Alejandro, y a su grupo de amigos. Jóvenes todos ellos, ansiosos por entrar en combate y mostrar que eran capaces de superar al viejo generalato de su padre en el comando del ejército macedonio.
Hablaron de las mil campañas que Héctor recordaba, pero Alejandro se interesó especialmente por su tiempo de servicio en las satrapías de Asia y las tácticas de los persas, no en las hazañas de mercenarios. Además de esto, que hería un poco su orgullo, a Héctor no le gustó la afición del príncipe por recordar su origen, que era de la familia de Aquiles. Puras exageraciones de toda realeza, pensaba Héctor para sus adentros. Prefería la genuina generosidad de Filipo, que seguramente su hijo aprendería con los años.
Su natural disciplina hacía que rechazara los festines macedonios y sus conocidas consecuencias. En alguna ocasión, muy esporádica por cierto, llamó a la hetaira puesta a su disposición por Filipo. Transcurría el tiempo, engordaba, se sentía inutil en tierra extranjera.
Una madrugada desde el jardin donde estaba tomando vino y recordando cuando había sido la última vez que había hablado con su difunto padre, sintió la carrera apresurada de un jinete acercándose en su dirección. Era lo que esperaba, la convocatoria del rey a las armas.
Por primera vez Alejandro sería movilizado, lo mismo que sus amigos. Héctor requirió al sirviente su equipo militar, una manta pesada y que preparara sus alforjas con vino fuerte, carne seca salada y panes de cebada. Se dirigió a las caballerizas a buscar su caballo. Cuando llegó vió al príncipe acariciar, en esa madrugada fría, a su corcel negro Bucéfalo.
Esta vez, Tebas y Atenas coaligadas eran, con el oro persa trás suyo, las que daban un pretexto a Filipo para intervenir en Grecia...
pepper- Soldado Veterano
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Re: Hector el errante
No comento la que se avecina por que seria spoiler
Ozzymandias- Señor del Orbe Invernal
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Re: Hector el errante
mmmmmmmmmmmmmmmm es bueno pero...
la infidelidad y olvido a Artemisa es un pecado muy grave, demasiadas muejres residentes de macedonia y nada de veneracion a mi protectora
la infidelidad y olvido a Artemisa es un pecado muy grave, demasiadas muejres residentes de macedonia y nada de veneracion a mi protectora
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
pero... sigue siendo un excelente reetrato y hasta se puede perdonar el olvido por los cambios de aire del personaje...
tu pluma sigue siendo magistral
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Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
che, ozzy, esa es tu manera de q recordemos q vos tambien sabes de historia???
y despues yo soy la pedante
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Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
Yo no soy pedante... soy soberbio
Ozzymandias- Señor del Orbe Invernal
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Re: Hector el errante
A Olimpia no la toco ni con un palo...Es mas, ni me le acerco.
El que se está acercando casualmente a Hector con ganas de ser devorado es el joven y prometedor Alejandro...
PD: No me tilden de cosas raras, en esa epoca era totalmente normal morfarse un camarada de armas...
El que se está acercando casualmente a Hector con ganas de ser devorado es el joven y prometedor Alejandro...
PD: No me tilden de cosas raras, en esa epoca era totalmente normal morfarse un camarada de armas...
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Re: Hector el errante
Esas son cosas de griegos! No de los duros macedonios!!
Ozzymandias- Señor del Orbe Invernal
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Re: Hector el errante
Vamos, vamos, los Persas se comian mozalbetes de común, y eso que eran muy machistas, Y los templarios ni hablar, debe haber habido matrimonios...No quiero investigar mucho, dicen es un viaje de ida...
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Re: Hector el errante
a mi no me importa nada de jovenzuelos!
aca, lo molesto, es la falta de respeto a artemisa!
caeras, infiel!!!!
aca, lo molesto, es la falta de respeto a artemisa!
caeras, infiel!!!!
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
bueh! q mal queda ese "caeras, infiel"
con mi frase sobre lectores de un solo libro.
ay pepper! sacas la fanatica que hay en mi
con mi frase sobre lectores de un solo libro.
ay pepper! sacas la fanatica que hay en mi
Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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Re: Hector el errante
Mmmm, se te ve la antorcha y el cilicio...
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Re: Hector el errante
escuche "arderas, infiel!" ?
Ozzymandias- Señor del Orbe Invernal
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Re: Hector el errante
no, escuchaste mal...
te falla el ego y el oido
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Nats- Sacerdotisa de Artemisa
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